
De la Supervivencia A La Significación
CAPITULO 3-PARTE 5
Vergüenza y culpa
La vergüenza es la sensación inherente de que «algo está mal en mí». La culpa es la sensación de que hemos cometido un acto incorrecto. La vergüenza y la culpa son subproductos del enemigo. Pueden ser el resultado de decisiones pecaminosas, de los pecados de otra persona o de expectativas poco realistas. Es importante establecer que, como hijos de Dios, no hay lugar para ninguna de estas emociones. Aunque sigamos pecando, ya no somos culpables: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que son de Cristo Jesús» (Romanos 8:1). La cruz llevó la vergüenza de nuestros pecados, y esa vergüenza fue quitada de una vez por todas.
Al mismo tiempo, debemos ser capaces de sentir el dolor de hacer algo malo sin que haya una raíz de vergüenza y culpa. Dios utiliza algo llamado «convicción» para mostrarnos el error de nuestros caminos. La convicción de Dios es algo bueno. Él usa la convicción en la vida de los creyentes para que nos arrepintamos y volvamos a Él. Cuando Él nos convence, podemos sentirnos muy mal, pero es una reprimenda amorosa que nos llama a volver a Él.
Sin embargo, Satanás usa las armas de la vergüenza y la culpa de una manera diferente. Quiere hacernos creer que no somos lo suficientemente buenos y que no tenemos lo necesario para vivir la vida cristiana. Quiere que nos rindamos y nos alejemos de Dios. Así como el propósito de la convicción es atraernos hacia Dios, la vergüenza y la culpa nos hacen huir y escondernos. Cuando experimentamos este tipo de vergüenza y culpa, ten por seguro que siempre provienen del enemigo y nunca del Señor. Si fuimos criados en una familia que utilizaba la vergüenza y la culpa como método de control, es posible que pensemos que Dios actúa de la misma manera. Pero no es así. Dios solo permite el tipo de dolor que nos motiva a correr de vuelta a Él. Él es y siempre será el Padre perfecto, amoroso y misericordioso.
Cómo lidiar con la vergüenza
Hablaremos de la vergüenza en detalle en el capítulo 7. Por ahora, entiende que la vergüenza se convierte en un problema de identidad. Sentir continuamente que no somos lo suficientemente buenos, que no estamos a la altura y que la esencia misma de nuestro ser no es aceptable, pone cadenas alrededor de nuestra alma. La vergüenza es muy tóxica y muchos de nosotros ni siquiera nos damos cuenta de que domina nuestras vidas. La verdadera sanación en nuestras vidas ocurre cuando se elimina esa vergüenza. De hecho, todo el proceso de sanación gira en torno a la eliminación de la vergüenza. Este cuaderno de trabajo está diseñado para guiarnos a través de ese proceso. Superar las emociones dolorosas ¿Hay alguna manera de salir de la emoción en el calor del momento? Lidiar con las emociones puede ser el desafío más difícil al que nos enfrentamos. Simplemente «superarlas» es difícil y no ocurre de inmediato, pero podemos empezar a aprender a estabilizar nuestras emociones de las siguientes maneras:
1. Recuerda que las emociones son indicadores, no hechos.
Las emociones reflejan lo que está sucediendo en nuestro corazón. No deben ignorarse ni tomarse como verdades absolutas. Comprender que son esencialmente una respuesta y no el problema real puede ayudarnos a poner las cosas en perspectiva. Si estamos sufriendo la pérdida de una relación fallida, esos sentimientos de dolor y tristeza son un subproducto. Es normal y saludable experimentar el dolor. Las personas que intentan reprimir y negar sus emociones acaban teniendo problemas mayores. Sin embargo, a medida que superamos el dolor y aprendemos a aceptar y superar esa pérdida, tenemos la oportunidad de seguir viviendo una vida sana. Podemos reflexionar sobre nuestros errores y encontrar esperanza en lo que hemos aprendido. Por otro lado, si nos centramos continuamente en la pérdida de esa relación y nunca intentamos superarla, nos vemos atrapados por la tristeza y la desesperación, que pueden llegar a paralizarnos. Esto perturba nuestra capacidad para vivir una vida de alegría y paz o para poder experimentar todas las bendiciones de Dios en nuestras vidas. Esta emoción ya no es un estado saludable de duelo, sino una forma de esclavitud.
2. Identifica el sistema de creencias que provocó la emoción.
Cuando las emociones se intensifican, debemos dar un paso atrás e identificar el origen de la circunstancia, el pensamiento, la idea o la creencia que las desencadenó. Por lo general, no podemos dejar de sentir. En el ejemplo anterior, la pérdida de una relación puede parecer realmente devastadora. Pero con el tiempo, los sentimientos de desesperación pueden estar dirigidos por mensajes falsos como: «No puedo vivir sin esa persona. La vida no vale la pena». Esas son las creencias que hay que comprender y reconocer, porque detrás de ellas hay una mentira. En realidad, hemos experimentado una pérdida. Duele. Pero podemos sobrevivir y sanar, y lo haremos. A menudo, tenemos sistemas de creencias completos sobre la vida, el amor y las relaciones que necesitan transformarse. Por lo tanto, encontrar estas creencias puede llevarnos a la revelación de que necesitamos una enorme cantidad de sanación, mucho más allá de esa relación. Si te encuentras en este punto, alégrate y no te desesperes. La mayor obra de Dios se realiza cuando llegamos a este punto de reconocimiento. Este cuaderno de ejercicios abordará continuamente este tema.
3. Identificar cuándo transferimos la responsabilidad.
Debemos darnos cuenta de que otra persona no es responsable de cómo nos sentimos. Las emociones están influenciadas por nuestros propios pensamientos y creencias. Eso no niega el hecho de que las personas puedan herirnos genuinamente. Sin embargo, al hacernos responsables de nuestras emociones, podemos empezar a desviar los mensajes negativos. Por ejemplo, si alguien nos dice que somos estúpidos, podemos decir internamente: «No, no soy estúpido. En realidad soy bastante inteligente». Siempre que seamos humildes al respecto, simplemente habremos rechazado permitir que esas palabras penetren en nosotros. Puede que sigamos sintiéndonos un poco heridos, pero sabemos que el comentario era falso. Por otro lado, podríamos haber elegido creer que realmente somos estúpidos. Si lo hubiéramos aceptado como verdad, lo habríamos incorporado a nuestro diálogo interno, lo que podría llevarnos a sentimientos de inutilidad, rechazo y enfado.
4. Reconoce el papel de Satanás.
No podemos descartar el elemento del ataque espiritual en nuestros desafíos emocionales. Satanás no puede hacernos «sentir» nada, pero sabe lo vulnerables que somos. Trabaja sin descanso, tratando de tentarnos para que pensemos cosas falsas sobre nosotros mismos y sobre los demás, sabiendo que si «mordemos el anzuelo», acabaremos esclavizados por nuestras emociones y nuestras reacciones pecaminosas. La Biblia habla de las armas de la guerra espiritual para eliminar las fortalezas: Somos humanos, pero no luchamos como los humanos. Usamos las poderosas armas de Dios, no las armas mundanas, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y destruir los argumentos falsos. Destruimos todo obstáculo orgulloso que impide a las personas conocer a Dios. Capturamos sus pensamientos rebeldes y les enseñamos a obedecer a Cristo. (2 Corintios 10:3-5) 5.
Reclama las promesas de Dios para derrotar las emociones negativas.
Cada vez que sentimos una emoción negativa, podemos encontrar una solución a esa emoción en la Palabra de Dios. Reclamar una promesa contra la emoción no cambia la circunstancia. Tenemos que abordar esa situación tal y como es. Pero reclamar una promesa contra la emoción significa que, en lugar de obsesionarnos con el dolor que provocó la emoción, vamos a obsesionarnos con los gloriosos recursos de Dios para satisfacer nuestras necesidades, sean cuales sean. Aprender a responder a las emociones dolorosas de manera bíblica es un proceso de crecimiento, por lo que, dependiendo de nuestro nivel de madurez, puede llevar tiempo antes de que veamos un cambio significativo. Con el tiempo, a medida que aprendemos a responder a nuestras emociones de una manera saludable, estas se colocan en su lugar adecuado. Por ejemplo, cuando sentimos miedo, podemos aferrarnos a una de las promesas reconfortantes de Dios. Al meditar en la verdad de Dios, invitamos el poder de Dios a través del Espíritu Santo a nuestra situación. En lugar de permitir que el miedo nos consuma, comenzamos a experimentar la paz y el gozo de Dios. A medida que practicamos esta disciplina en todas las áreas de nuestra vida, con el tiempo nuestro pensamiento, nuestros sentimientos y nuestro comportamiento se transforman radicalmente.
Tabla 2: Cuadro de creencias, emociones y comportamientos
Cada día tomamos cientos de decisiones que afectan a nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Normalmente se trata de reacciones a situaciones determinadas. El objetivo de la recuperación es que, con el tiempo, identifiquemos los patrones de creencias y pensamientos de nuestra vida para poder responder basándonos en la realidad, en la verdad de Dios. A continuación se muestra un cuadro que nos ayuda a identificar algunos de los sentimientos impulsados por creencias erróneas.
Una oración para lidiar con mis emociones
Querido Padre, vengo a Ti con el corazón roto. He estado sufriendo, pero no he sido capaz de identificar el origen de ese dolor. La ira es a menudo mi método para lidiar con el dolor más profundo que hay en mi interior. Me doy cuenta de que Tú tienes soluciones para lidiar con ese dolor. Solo que aún no sé cómo reclamarlas en medio de la batalla. Por favor, ayúdame. Dame la capacidad de discernir el origen de mi dolor emocional. Ayúdame a ver cómo las creencias negativas me están llevando a pensar, sentir y reaccionar de manera inapropiada ante las situaciones. Y lo más importante, por favor, repara aquellas cosas que están rotas en mí y dame la capacidad de comprender que otras personas, por mucho que me hayan herido, no son responsables de mis sentimientos. Te doy gracias, Padre, por hacer por mí lo que yo no puedo hacer por mí mismo. En el nombre de Jesús, amén.
Puntos de aplicación: Describe la naturaleza de tu confusión emocional en este momento. ¿A qué circunstancias o personas has culpado de tus emociones?
Elabora un plan para «capturar tus pensamientos». Empieza un diario con las categorías que se enumeran a continuación. Si no sabes por dónde empezar, intenta identificar primero las emociones o los sentimientos. Si te sientes enfadado, triste o solo, intenta rastrear el origen de esos sentimientos hasta llegar a lo que estás pensando. Si notas que tus sentimientos o pensamientos impulsan ciertos comportamientos, anótalos también. Si no puedes ponerlo todo en orden, espera y déjalo en blanco. Si eres capaz de capturar un pensamiento que es una mentira, reemplázalo con la verdad de las Escrituras. Ahora lleva un diario durante las próximas 24 horas para practicar esta lección de identificar pensamientos, sentimientos y comportamientos con el fin de alinearlos con la verdad de Dios. Pienso: Siento: Actúo: La mentira que creía: La verdad con la que la reemplazo: (encuentra una promesa bíblica)
La vergüenza es la sensación inherente de que «algo está mal en mí». La culpa es la sensación de que hemos cometido un acto incorrecto. La vergüenza y la culpa son subproductos del enemigo. Pueden ser el resultado de decisiones pecaminosas, de los pecados de otra persona o de expectativas poco realistas. Es importante establecer que, como hijos de Dios, no hay lugar para ninguna de estas emociones. Aunque sigamos pecando, ya no somos culpables: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que son de Cristo Jesús» (Romanos 8:1). La cruz llevó la vergüenza de nuestros pecados, y esa vergüenza fue quitada de una vez por todas.
Al mismo tiempo, debemos ser capaces de sentir el dolor de hacer algo malo sin que haya una raíz de vergüenza y culpa. Dios utiliza algo llamado «convicción» para mostrarnos el error de nuestros caminos. La convicción de Dios es algo bueno. Él usa la convicción en la vida de los creyentes para que nos arrepintamos y volvamos a Él. Cuando Él nos convence, podemos sentirnos muy mal, pero es una reprimenda amorosa que nos llama a volver a Él.
Sin embargo, Satanás usa las armas de la vergüenza y la culpa de una manera diferente. Quiere hacernos creer que no somos lo suficientemente buenos y que no tenemos lo necesario para vivir la vida cristiana. Quiere que nos rindamos y nos alejemos de Dios. Así como el propósito de la convicción es atraernos hacia Dios, la vergüenza y la culpa nos hacen huir y escondernos. Cuando experimentamos este tipo de vergüenza y culpa, ten por seguro que siempre provienen del enemigo y nunca del Señor. Si fuimos criados en una familia que utilizaba la vergüenza y la culpa como método de control, es posible que pensemos que Dios actúa de la misma manera. Pero no es así. Dios solo permite el tipo de dolor que nos motiva a correr de vuelta a Él. Él es y siempre será el Padre perfecto, amoroso y misericordioso.
Cómo lidiar con la vergüenza
Hablaremos de la vergüenza en detalle en el capítulo 7. Por ahora, entiende que la vergüenza se convierte en un problema de identidad. Sentir continuamente que no somos lo suficientemente buenos, que no estamos a la altura y que la esencia misma de nuestro ser no es aceptable, pone cadenas alrededor de nuestra alma. La vergüenza es muy tóxica y muchos de nosotros ni siquiera nos damos cuenta de que domina nuestras vidas. La verdadera sanación en nuestras vidas ocurre cuando se elimina esa vergüenza. De hecho, todo el proceso de sanación gira en torno a la eliminación de la vergüenza. Este cuaderno de trabajo está diseñado para guiarnos a través de ese proceso. Superar las emociones dolorosas ¿Hay alguna manera de salir de la emoción en el calor del momento? Lidiar con las emociones puede ser el desafío más difícil al que nos enfrentamos. Simplemente «superarlas» es difícil y no ocurre de inmediato, pero podemos empezar a aprender a estabilizar nuestras emociones de las siguientes maneras:
1. Recuerda que las emociones son indicadores, no hechos.
Las emociones reflejan lo que está sucediendo en nuestro corazón. No deben ignorarse ni tomarse como verdades absolutas. Comprender que son esencialmente una respuesta y no el problema real puede ayudarnos a poner las cosas en perspectiva. Si estamos sufriendo la pérdida de una relación fallida, esos sentimientos de dolor y tristeza son un subproducto. Es normal y saludable experimentar el dolor. Las personas que intentan reprimir y negar sus emociones acaban teniendo problemas mayores. Sin embargo, a medida que superamos el dolor y aprendemos a aceptar y superar esa pérdida, tenemos la oportunidad de seguir viviendo una vida sana. Podemos reflexionar sobre nuestros errores y encontrar esperanza en lo que hemos aprendido. Por otro lado, si nos centramos continuamente en la pérdida de esa relación y nunca intentamos superarla, nos vemos atrapados por la tristeza y la desesperación, que pueden llegar a paralizarnos. Esto perturba nuestra capacidad para vivir una vida de alegría y paz o para poder experimentar todas las bendiciones de Dios en nuestras vidas. Esta emoción ya no es un estado saludable de duelo, sino una forma de esclavitud.
2. Identifica el sistema de creencias que provocó la emoción.
Cuando las emociones se intensifican, debemos dar un paso atrás e identificar el origen de la circunstancia, el pensamiento, la idea o la creencia que las desencadenó. Por lo general, no podemos dejar de sentir. En el ejemplo anterior, la pérdida de una relación puede parecer realmente devastadora. Pero con el tiempo, los sentimientos de desesperación pueden estar dirigidos por mensajes falsos como: «No puedo vivir sin esa persona. La vida no vale la pena». Esas son las creencias que hay que comprender y reconocer, porque detrás de ellas hay una mentira. En realidad, hemos experimentado una pérdida. Duele. Pero podemos sobrevivir y sanar, y lo haremos. A menudo, tenemos sistemas de creencias completos sobre la vida, el amor y las relaciones que necesitan transformarse. Por lo tanto, encontrar estas creencias puede llevarnos a la revelación de que necesitamos una enorme cantidad de sanación, mucho más allá de esa relación. Si te encuentras en este punto, alégrate y no te desesperes. La mayor obra de Dios se realiza cuando llegamos a este punto de reconocimiento. Este cuaderno de ejercicios abordará continuamente este tema.
3. Identificar cuándo transferimos la responsabilidad.
Debemos darnos cuenta de que otra persona no es responsable de cómo nos sentimos. Las emociones están influenciadas por nuestros propios pensamientos y creencias. Eso no niega el hecho de que las personas puedan herirnos genuinamente. Sin embargo, al hacernos responsables de nuestras emociones, podemos empezar a desviar los mensajes negativos. Por ejemplo, si alguien nos dice que somos estúpidos, podemos decir internamente: «No, no soy estúpido. En realidad soy bastante inteligente». Siempre que seamos humildes al respecto, simplemente habremos rechazado permitir que esas palabras penetren en nosotros. Puede que sigamos sintiéndonos un poco heridos, pero sabemos que el comentario era falso. Por otro lado, podríamos haber elegido creer que realmente somos estúpidos. Si lo hubiéramos aceptado como verdad, lo habríamos incorporado a nuestro diálogo interno, lo que podría llevarnos a sentimientos de inutilidad, rechazo y enfado.
4. Reconoce el papel de Satanás.
No podemos descartar el elemento del ataque espiritual en nuestros desafíos emocionales. Satanás no puede hacernos «sentir» nada, pero sabe lo vulnerables que somos. Trabaja sin descanso, tratando de tentarnos para que pensemos cosas falsas sobre nosotros mismos y sobre los demás, sabiendo que si «mordemos el anzuelo», acabaremos esclavizados por nuestras emociones y nuestras reacciones pecaminosas. La Biblia habla de las armas de la guerra espiritual para eliminar las fortalezas: Somos humanos, pero no luchamos como los humanos. Usamos las poderosas armas de Dios, no las armas mundanas, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y destruir los argumentos falsos. Destruimos todo obstáculo orgulloso que impide a las personas conocer a Dios. Capturamos sus pensamientos rebeldes y les enseñamos a obedecer a Cristo. (2 Corintios 10:3-5) 5.
Reclama las promesas de Dios para derrotar las emociones negativas.
Cada vez que sentimos una emoción negativa, podemos encontrar una solución a esa emoción en la Palabra de Dios. Reclamar una promesa contra la emoción no cambia la circunstancia. Tenemos que abordar esa situación tal y como es. Pero reclamar una promesa contra la emoción significa que, en lugar de obsesionarnos con el dolor que provocó la emoción, vamos a obsesionarnos con los gloriosos recursos de Dios para satisfacer nuestras necesidades, sean cuales sean. Aprender a responder a las emociones dolorosas de manera bíblica es un proceso de crecimiento, por lo que, dependiendo de nuestro nivel de madurez, puede llevar tiempo antes de que veamos un cambio significativo. Con el tiempo, a medida que aprendemos a responder a nuestras emociones de una manera saludable, estas se colocan en su lugar adecuado. Por ejemplo, cuando sentimos miedo, podemos aferrarnos a una de las promesas reconfortantes de Dios. Al meditar en la verdad de Dios, invitamos el poder de Dios a través del Espíritu Santo a nuestra situación. En lugar de permitir que el miedo nos consuma, comenzamos a experimentar la paz y el gozo de Dios. A medida que practicamos esta disciplina en todas las áreas de nuestra vida, con el tiempo nuestro pensamiento, nuestros sentimientos y nuestro comportamiento se transforman radicalmente.
Tabla 2: Cuadro de creencias, emociones y comportamientos
Cada día tomamos cientos de decisiones que afectan a nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Normalmente se trata de reacciones a situaciones determinadas. El objetivo de la recuperación es que, con el tiempo, identifiquemos los patrones de creencias y pensamientos de nuestra vida para poder responder basándonos en la realidad, en la verdad de Dios. A continuación se muestra un cuadro que nos ayuda a identificar algunos de los sentimientos impulsados por creencias erróneas.
Una oración para lidiar con mis emociones
Querido Padre, vengo a Ti con el corazón roto. He estado sufriendo, pero no he sido capaz de identificar el origen de ese dolor. La ira es a menudo mi método para lidiar con el dolor más profundo que hay en mi interior. Me doy cuenta de que Tú tienes soluciones para lidiar con ese dolor. Solo que aún no sé cómo reclamarlas en medio de la batalla. Por favor, ayúdame. Dame la capacidad de discernir el origen de mi dolor emocional. Ayúdame a ver cómo las creencias negativas me están llevando a pensar, sentir y reaccionar de manera inapropiada ante las situaciones. Y lo más importante, por favor, repara aquellas cosas que están rotas en mí y dame la capacidad de comprender que otras personas, por mucho que me hayan herido, no son responsables de mis sentimientos. Te doy gracias, Padre, por hacer por mí lo que yo no puedo hacer por mí mismo. En el nombre de Jesús, amén.
Puntos de aplicación: Describe la naturaleza de tu confusión emocional en este momento. ¿A qué circunstancias o personas has culpado de tus emociones?
Elabora un plan para «capturar tus pensamientos». Empieza un diario con las categorías que se enumeran a continuación. Si no sabes por dónde empezar, intenta identificar primero las emociones o los sentimientos. Si te sientes enfadado, triste o solo, intenta rastrear el origen de esos sentimientos hasta llegar a lo que estás pensando. Si notas que tus sentimientos o pensamientos impulsan ciertos comportamientos, anótalos también. Si no puedes ponerlo todo en orden, espera y déjalo en blanco. Si eres capaz de capturar un pensamiento que es una mentira, reemplázalo con la verdad de las Escrituras. Ahora lleva un diario durante las próximas 24 horas para practicar esta lección de identificar pensamientos, sentimientos y comportamientos con el fin de alinearlos con la verdad de Dios. Pienso: Siento: Actúo: La mentira que creía: La verdad con la que la reemplazo: (encuentra una promesa bíblica)